Un sujeto que caminaba con una bolsa de naranjas en el desierto, muerto de sed, se quejaba y
se quejaba de que no tenía agua para tomar, pero no se daba cuenta que en su espalda cargaba un riquísimo jugo que lo podía alimentar y saciar su sed. Algo similar le ocurre al hombre con la felicidad, estamos sedientos de ella, pero no nos damos cuenta de que la tenemos a la mano.
Según Liberman, el ser humano tiene dos sistemas en el cerebro: el sistema automático que denomina X y el sistema reflexivo que denomina C. El sistema X maneja toda nuestra actividad rutinaria y de hábitos.
Por ejemplo, el caminar, el comer, el manejar a un sitio conocido, el lavarnos los dientes y todas las rutinas que tenemos instaladas en nuestra vida. Este sistema cerebral es muy potente, es rápido y puede manejar procesamiento simultáneo. Uno puede estar caminando y comiendo a la vez y el cerebro se encarga de todo.
El sistema C es más bien el que maneja las excepciones cuando necesitamos salir de la rutina, prestar atención, decidir o planear. Este sistema es serial, no procesa en paralelo y es mucho más lento que el automático. Por ejemplo, si usted le presta atención a dos eventos a la vez, su nivel de retención baja sustancialmente. Aunque nosotros pensemos que sí podemos hacerlo, cuando una persona está viendo sus correos en una reunión y al mismo tiempo “prestando” atención a lo que dicen, en realidad no puede hacer las dos cosas. Nuestra mente consciente es serial y está diseñada para manejar un estímulo a la vez. Es por esto que ocurren tantos accidentes cuando las personas escriben textos y manejan a la vez.
Este diseño de la mente tiene mucho sentido, el sistema automático nos libera de una enorme cantidad de trabajo mental para poder tener recursos para funciones más elevadas del cerebro. Pero así como el sistema automático nos ayuda también nos puede perjudicar. Si vivimos nuestra vida en automático es difícil sentir felicidad. La felicidad no se encuentra en la meta, sino en el camino hacia ella.
Por ejemplo, una persona se levanta en la mañana y hace una serie de rutinas en automático. Se lava los dientes, se ducha, toma desayuno, se va manejando o en transporte a la oficina. En la oficina, gran parte del trabajo se hace en automático, reportes, cuadros, presentaciones que hemos hecho varias veces. Luego regresamos a la casa en automático. Comemos en automático, vemos televisión en automático y nos acostamos. Qué útil vivir en automático, pero ¿cuándo saboreamos la vida, cuándo tomamos consciencia de lo bueno que tenemos, de la belleza de las cosas, de lo agradable de la comida, de la suerte que tenemos de trabajar en lo que nos gusta?
Una estrategia para ser feliz, mencionada en las investigaciones de la psicología positiva, es aprender a saborear la vida. En otras palabras, aprender a salir del automático y disfrutar nuestras rutinas.
Hace poco dictaba un taller a un grupo de personas en automático. Había dictado ese taller más de cien veces, pero decidí salirme del automático y mientras lo dictaba empecé a reflexionar cómo disfrutaba dictarlo, lo bien que me hacía sentir dictar este taller de mejora personal, de cómo sentía que estaba ayudando a las personas. Me llené de felicidad, saboreé el momento y extraje felicidad de lo que hubiera podido ser una simple rutina.
No deje que la estructura de su cerebro estructure su vida. Despierte de sus rutinas automáticas y aprenda a extraer la felicidad en sus pequeños actos en el día a día.
